El
Loco
Para El Loco la vida es una aventura, desafía a explorar nuevos terrenos, a pasar a la acción, a buscar nuestra verdad y vivir la vida como una aventura.
Necesitamos hacer cosas nuevas en la vida, llenarnos de conocimiento.
El Loco nos desafía a explorar nuevos territorios y fronteras. Nuestra vida está llena de situaciones que sustituyen las verdaderas aventuras. Siempre existe una excusa o una justificación para la inacción: siempre esperamos que sean otras personas o cosas las que nos entretengan
Según el Loco, la vida es un juego. La finalidad de todo juego es divertirse. Podemos aprender jugando. Necesitamos hacer cosas nuevas en la vida. Necesitamos ensanchar nuestras fronteras. Si nos contentamos con nuestra situación actual, no estaremos interesados en descubrir cosas nuevas. La cualidad del Loco necesita ser dirigida, no reprimida, como tantas veces ocurre en la sociedad moderna.
El Loco nos recuerda que debemos fomentar nuestra individualidad y no ponerla en peligro. Siente una aversión instintiva por la autoridad y detesta que los demás le den órdenes. Necesita un espacio amplio para él. Odia la rutina y desea que continuamente ocurran nuevas cosas alrededor. Podría atraer fácilmente a compañeros excéntricos, imprevisibles e incapaces de comprometerse. Sus mejores características son el dinamismo y la habilidad para actuar.
El Loco aprende de sus errores. Ese es su secreto.
Su herramienta predilecta es la risa. El Loco confía plenamente en lo que el universo le ofrece. No tiene miedo. No se lamenta de lo que podría haber hecho o sido. Eso es agua pasada. Crea su futuro en el momento presente, no en el momento pasado o futuro. El pasado y el futuro son una carga innecesaria. El Loco viaja ligero de equipaje porque porta cuanto necesita. El Loco lleva una vida sencilla.
¡La sencillez es la clave de la vida!
El Mago
Un joven vestido de mago, con el semblante del dios Apolo, muestra una sonrisa abierta y confiada y una mirada muy viva. Sobre su cabeza está el misterioso signo del Espíritu Santo, el espíritu de la vida, representado como un lazo continuo, sin cabeza ni pies, y que forma la figura de un 8 en una posición horizontal. Aquí, este símbolo convencional de la eternidad, indica especificamente la eternidad alcanzada por el espíritu.
Con su mano derecha el mago sostiene un bastón que levanta hacia el cielo, mientras que su mano izquierda señala la tierra. Este doble signo es conocido como el grado más alto de los Misterios: representa el descenso de la gracia, de la virtud y de la luz originada en lo alto y atraída hacia abajo sugiere el dominio y la comunicación de los poderes y de los dones del espíritu.
Sobre la mesa que se halla situada ante el Mago, están los símbolos de los cuatro palos del tarot que, de forma simbólica, nos sugieren los cuatro elementos de la vida. Están colocados frente al adepto como objetos inanimados que él adapta a su voluntad. En el suelo hay rosas y lirios, la flos campi y el Lilium convallium que forman un jardín de flores y representan el cultivo de las aspiraciones.
Esta carta simboliza el móvil divino del hombre que refleja a Dios, la voluntad de liberarse de sus ataduras y de unirse con aquello que está en el cielo.
También es la unidad y la plenitud del individuo a todos los niveles y, en un sentido más elevado, es el pensamiento en su pureza. Como una referencia ulterior a aquello que hemos definido como signo de la vida y su conexión con el número 8, resulta oportuno recordar que el gnostiscimo cristiano habla de un renacer en Cristo como transformación «dentro de la Ogdoada». El número místico es definido como el Jerusalén superior, la tierra en la que brotaba leche y miel; el Espíritu Santo y la tierra del Señor. De acuerdo con el martinismo, el 8 es el número de Cristo.
Para El Loco la vida es una aventura, desafía a explorar nuevos terrenos, a pasar a la acción, a buscar nuestra verdad y vivir la vida como una aventura.
Necesitamos hacer cosas nuevas en la vida, llenarnos de conocimiento.
El Loco nos desafía a explorar nuevos territorios y fronteras. Nuestra vida está llena de situaciones que sustituyen las verdaderas aventuras. Siempre existe una excusa o una justificación para la inacción: siempre esperamos que sean otras personas o cosas las que nos entretengan
Según el Loco, la vida es un juego. La finalidad de todo juego es divertirse. Podemos aprender jugando. Necesitamos hacer cosas nuevas en la vida. Necesitamos ensanchar nuestras fronteras. Si nos contentamos con nuestra situación actual, no estaremos interesados en descubrir cosas nuevas. La cualidad del Loco necesita ser dirigida, no reprimida, como tantas veces ocurre en la sociedad moderna.
El Loco nos recuerda que debemos fomentar nuestra individualidad y no ponerla en peligro. Siente una aversión instintiva por la autoridad y detesta que los demás le den órdenes. Necesita un espacio amplio para él. Odia la rutina y desea que continuamente ocurran nuevas cosas alrededor. Podría atraer fácilmente a compañeros excéntricos, imprevisibles e incapaces de comprometerse. Sus mejores características son el dinamismo y la habilidad para actuar.
El Loco aprende de sus errores. Ese es su secreto.
Su herramienta predilecta es la risa. El Loco confía plenamente en lo que el universo le ofrece. No tiene miedo. No se lamenta de lo que podría haber hecho o sido. Eso es agua pasada. Crea su futuro en el momento presente, no en el momento pasado o futuro. El pasado y el futuro son una carga innecesaria. El Loco viaja ligero de equipaje porque porta cuanto necesita. El Loco lleva una vida sencilla.
¡La sencillez es la clave de la vida!
El Mago
Un joven vestido de mago, con el semblante del dios Apolo, muestra una sonrisa abierta y confiada y una mirada muy viva. Sobre su cabeza está el misterioso signo del Espíritu Santo, el espíritu de la vida, representado como un lazo continuo, sin cabeza ni pies, y que forma la figura de un 8 en una posición horizontal. Aquí, este símbolo convencional de la eternidad, indica especificamente la eternidad alcanzada por el espíritu.
Con su mano derecha el mago sostiene un bastón que levanta hacia el cielo, mientras que su mano izquierda señala la tierra. Este doble signo es conocido como el grado más alto de los Misterios: representa el descenso de la gracia, de la virtud y de la luz originada en lo alto y atraída hacia abajo sugiere el dominio y la comunicación de los poderes y de los dones del espíritu.
Sobre la mesa que se halla situada ante el Mago, están los símbolos de los cuatro palos del tarot que, de forma simbólica, nos sugieren los cuatro elementos de la vida. Están colocados frente al adepto como objetos inanimados que él adapta a su voluntad. En el suelo hay rosas y lirios, la flos campi y el Lilium convallium que forman un jardín de flores y representan el cultivo de las aspiraciones.
Esta carta simboliza el móvil divino del hombre que refleja a Dios, la voluntad de liberarse de sus ataduras y de unirse con aquello que está en el cielo.
También es la unidad y la plenitud del individuo a todos los niveles y, en un sentido más elevado, es el pensamiento en su pureza. Como una referencia ulterior a aquello que hemos definido como signo de la vida y su conexión con el número 8, resulta oportuno recordar que el gnostiscimo cristiano habla de un renacer en Cristo como transformación «dentro de la Ogdoada». El número místico es definido como el Jerusalén superior, la tierra en la que brotaba leche y miel; el Espíritu Santo y la tierra del Señor. De acuerdo con el martinismo, el 8 es el número de Cristo.
La Suma Sacerdotisa
Una mujer con la luna creciente bajo sus pies, con una
diadema con dos puntas y un globo en el centro adornándole la cabeza y una gran
cruz sobre el pecho. En el pliego que tiene entre sus manos está escrito Tora,
es decir, la Ley Divina, la ley secreta y el segundo significado de la Palabra.
Está parcialmente cubierta por una mantilla para
demostrar que algunas cosas son evidentes mientras que otras se hallan ocultas.
Está sentada entre dos columnas, una blanca y otra negra, con las siglas J y B,
en el interior del templo místico, cuyo velo visible, está decorado con
palmeras y granadas.
Ha sido definida como la Ciencia Oculta que se encuentra
sobre el altar del Santuario de Isis, pero en realidad representa a la Iglesia
Secreta, la Casa de Dios y del hombre. También representa el Segundo Matrimonio
del Príncipe que ya no es de este mundo. Es la Esposa y la Madre espiritual, la
Hija de las Estrellas y el Jardín Superior del Edén. Y, finalmente, es la Reina
de la Luz derivada, es decir la luz de todas las cosas. Es la luna alimentada
por la leche de la Madre Suprema. En cierto sentido, ella misma es la Madre
Suprema, o podríamos decir que es su reflejo luminoso.
Por este reflejo y este envío de luz recibe el nombre más
acertado y elevado de Shekinah, la Gloria Coexistente. Según la Cábala hay una
Shekinah, superior y una inferior; la del mundo superior recibe el nombre de
Binah, la Comprensión Suprema que se deriva de las emanaciones que recibe (por
ejemplo, de Kether, la Corona del Árbol de la Vida).
Sin embargo, en nuestro Mundo Inferior se llama Malkuth
y, aún siendo considerado como un Reino caído, también es la Gloria
Omnipresente (por ejemplo, la Divinidad Suprema).
Hablando a nivel místico, Shekinah es la esposa
espiritual del hombre justo y cuando éste estudia la ley (por ejemplo, la
Torah), ella le revela su significado Divino.
La Emperatriz
Una mujer joven de mirada serena, majestuosa y real, está
sentada sobre un sillón. El escudo de Venus, símbolo de la más pura feminidad,
está situado a su lado. El cetro que empuña se halla coronado por una esfera,
símbolo del mundo.
A su alrededor se extiende un parque muy bien cuidado,
situado en los márgenes de un bosque atravesado por un río; es la
representación del Jardín del Edén, el Paraíso Terrestre. Esta joven no es la
Regina coeli, sino más bien el Refugium peccatorum; la generosa madre del
género humano.
También ha sido correctamente descrita como el deseo
alado, o bien como la Gloria Mundi o el velo del sancta Sanctorum. Algunos
también la han definido como «la Gran Madre del Mundo Visible». Por su parte,
Waite afirma que la Emperatriz no es el alma que ha conseguido las alas, sino
más bien la fecundidad universal cuyos misterios van mucho más allá del poder
generativo puro y simple.
En cualquier caso, la carta de la Emperatriz también
representa la puerta o la verja a través de la cual se entra en esta vida, así
como en el Jardín de Venus. El camino que nos conduce fuera de ello es el
secreto conocido de la Sacerdotisa; pero este secreto le es revelado al
elegido.
Waite sostiene que las atribuciones más antiguas de esta
canta están totalmente equivocadas en el plano del simbolismo como, por
ejemplo, en el caso de la identificación con la Palabra, la Naturaleza Divina,
la Tríada, etc… Sin embargo, es justo tener en cuenta que, de vez en cuando,
tales interpretaciones reflejan una asombrosa coherencia respecto al camino
propuesto.
El Emperador
Es un monarca coronado, autoritario y altivo, sentado
sobre un trono cuyos brazos se hallan adornados por dos cabezas de carnero. En
su cetro está representado el símbolo de la cruz ansada, mientras que en su
mano izquierda aparece una esfera.
Es la ejecución y la realización del poder de este mundo,
personificado aquí en sus más elevados atributos naturales.
En algunas ocasiones se le ha representado sentado sobre
una piedra cúbica, que complica algunas conclusiones. Representa el poder, la
fuerza viril, estableciendo la contrapartida a la figura de la Emperatriz y, en
este sentido, él es quien intenta quitar el velo de Isis pero, sin embargo,
ésta sigue siendo la virgo intacta.
Resulta necesario comprender que esta carta y la de la
Emperatriz no representan necesariamente la condición de la vida conyugal,
aunque este estado sea un dato implícito. Aparentemente, tal y como ya hemos
indicado anteriormente, representan la realeza mundana, elevada al asiento del
máximo poder.
Pero además, también sugiere otras ideas. Ambas cartas,
especialmente la figura masculina, representan el más elevado poder soberano,
aquel que ocupa el trono del pensamiento. Por ello, el emperador es el regente
del mundo intelectual, más que el de los seres vivientes.
El Sumo Sacerdote
El Hierofante lleva sobre su cabeza la triple corona (por
ejemplo, la mitra), símbolo de su relación directa con el Mundo Espiritual,
Intelectual y Físico. Está sentado detrás de dos columnas, que no son las del
Templo custodiado por la Sacerdotisa.
En la mano izquierda sostiene un cetro que termina con la
forma de la triple cruz y, con la derecha, imparte el conocido signo
eclesiástico, también reconocido por el esoterismo que distingue entre la parte
de la doctrina revelada y la oculta.
A sus pies se encuentran dos llaves colocadas en forma de
cruz y dos ministros del culto están arrodillados frente a él. Normalmente,
recibe el nombre de Papa, que es una aplicación particular del oficio más
general simbolizado por él. El es la máxima autoridad de la religión exterior,
así como la Papisa es el genio dominante del poder esotérico oculto.
El Hierofante representa el poder de las claves, la
doctrina esotérica ortodoxa y los aspectos exteriores de la vida que conducen a
dicha doctrina; pero, ciertamente, no es el príncipe de la doctrina oculta.
Tal y como sugirió Waite, el Papa representa la summa
totius theologiae, cuando ésta es considerada con la máxima rigidez de la
expresión, pero también simboliza todas las cosas justas y sagradas del aspecto
material. Como tal, es el canal de la gracia perteneciente al mundo de las
instituciones, distinto a aquel de la naturaleza y es el que puede conducir a
la salvación de toda la humanidad.
Es el líder de la jerarquía reconocida, que refleja otro
orden jerárquico superior; pero puede suceder que el pontífice se olvide del
significado de su condición simbólica y actúe como si de verdad poseyese en sí
mismo todos los grados que representa su signo o que su símbolo intenta
revelar.
El Papa, siempre de acuerdo con Waite, no es la
inspiración ni tampoco la religión aunque, probablemente, éstas sean algunas de
sus manifestaciones.
Los Enamorados
Bajo un sol resplandeciente, en el cenit, aparece una
gigantesca figura alada y con los brazos extendidos, como si quisiese enviar
sus influjos al mundo terrenal.
En un primer plano, podemos ver a un hombre y a una mujer
desnudos, situados frente a frente, como si fuesen Adán y Eva en el Paraíso
terrenal. Detrás del hombre, está el Árbol de la Vida, cargado de frutos,
mientras que detrás de la mujer se halla representado el Árbol del Conocimiento
del Bien y del Mal, con la tentadora serpiente enroscada en su tronco.
Las figuras sugieren la juventud, la virginidad, la
inocencia y el amor antes de haber sido contaminado por el vulgar deseo físico.
Esta carta, en toda su sencillez, representa el amor humano, mostrado aquí como
una parte del camino, de la verdad y de la vida.
Con respecto a la mujer, se supone que simboliza la
atracción hacia la sensualidad de la vida, lo cual conlleva la idea de la Caída
del Hombre, pero esa es la realización de la secreta ley de la providencia más
que una tentativa intencionada y consciente.
A través de su acusación de culpabilidad, finalmente, el
hombre podrá llegar a resurgir y sólo gracias a ésta, podrá hallar su plenitud.
La carta es también una importante alegoría del misterio de la feminidad.
El Carro
Un príncipe está de pie sobre un carro, sujetando un
pequeño bastón con la mano, símbolo de un poder limitado. Sobre los hombros del
victorioso héroe, se supone que están Urim y Thummin.
El ha vencido la cautividad. Es un conquistador bajo
todos los puntos de vista: en el plano intelectual, en la ciencia, en el
progreso y en algunas pruebas de iniciación.
El ha respondido a las preguntas de la esfinge, por ello,
las dos esfinges arrastran el carro: la blanca simboliza el Bien y la negra el
Mal; la una es conquistadora, la otra vencida y las dos se han convertido en
las doncellas de aquel que es capaz de triunfar en las múltiples pruebas que
impone la vida.
Pero este guerrero representa sobre todo el triunfo de la
inteligencia.
Por ello, es necesario comprender que:
a) La pregunta de la esfinge se halla relacionada con el
misterio de la Naturaleza y no con el mundo de la Gracia, para el cual el
conductor del carro no puede ofrecer respuestas.
b) Los planes de su conquista son evidentes y externos,
no interiores.
c) La liberación que está llevando a cabo puede situarlo
en los límites de la comprensión lógica.
d) Los textos iniciáticos, gracias a los cuales ha
triunfado, deben ser concebidos como físicos o racionales.
e) Si él llegase ante las columnas del Templo, donde está
sentada la Sacerdotisa, no podría abrir el pliego con la Tara, ni tampoco
podría responder a las preguntas que ésta le plantease.
Interpretación de La Fuerza
Una mujer, sobre cuya cabeza aparece el mismo símbolo de
la vida que habíamos visto en la carta del Mago, está entreabriendo las fauces
a un león.
El único punto en el que se diferencia esta
representación de otras más convencionales es que su benéfica influencia ha
subyugado al león. Por motivos que Waite no considera oportuno explicar, esta
carta ha sido intercambiada con la carta de la Justicia que, normalmente, es la
que siempre suele venir numerada con el número ocho.
La Fuerza, en uno de sus más poderosos aspectos, se halla
relacionada con el Misterio de la Unión Divina. Por supuesto, esta virtud actúa
en todos los planos y a partir de aquí invierte todas las cosas en su
simbolismo.
También está relacionada con la inocencia inviolada (la
inocencia preservada) y con la fuerza que requiere toda contemplación; es el
dulce yugo de la Ley Divina, cuando ésta ha penetrado en lo más profundo de las
almas.
En su sentido más común, esta carta no tiene nada que ver
con la auto-confianza, aunque esto pueda ser sugerido, puesto que nos remite a
la confianza de aquellos cuya fuerza es Dios, de aquellos que lo han elegido
como su refugio.
Y, finalmente, de acuerdo con Waite, existe una relación
por la cual el león simboliza las pasiones y que la que es llamada la Fuerza es
la esencia más importante de su liberación. Ha pisoteado a la serpiente
venenosa y al basilisco y ha conseguido domar al león y al dragón.
La Fuerza
Una mujer, sobre cuya cabeza aparece el mismo símbolo de
la vida que habíamos visto en la carta del Mago, está entreabriendo las fauces
a un león.
El único punto en el que se diferencia esta
representación de otras más convencionales es que su benéfica influencia ha
subyugado al león. Por motivos que Waite no considera oportuno explicar, esta
carta ha sido intercambiada con la carta de la Justicia que, normalmente, es la
que siempre suele venir numerada con el número ocho.
La Fuerza, en uno de sus más poderosos aspectos, se halla
relacionada con el Misterio de la Unión Divina. Por supuesto, esta virtud actúa
en todos los planos y a partir de aquí invierte todas las cosas en su
simbolismo.
También está relacionada con la inocencia inviolada (la
inocencia preservada) y con la fuerza que requiere toda contemplación; es el
dulce yugo de la Ley Divina, cuando ésta ha penetrado en lo más profundo de las
almas.
En su sentido más común, esta carta no tiene nada que ver
con la auto-confianza, aunque esto pueda ser sugerido, puesto que nos remite a
la confianza de aquellos cuya fuerza es Dios, de aquellos que lo han elegido
como su refugio.
Y, finalmente, de acuerdo con Waite, existe una relación
por la cual el león simboliza las pasiones y que la que es llamada la Fuerza es
la esencia más importante de su liberación. Ha pisoteado a la serpiente
venenosa y al basilisco y ha conseguido domar al león y al dragón.
El Ermitaño
La diversidad con respecto a los modelos convencionales
de esta carta radica simplemente en el candil dentro del cual brilla una
estrella.
Los magos del siglo XIX han interpretado esta figura como
un sabio en busca de la justicia y de la verdad; otros la ven como una alegoría
de las experiencias adquiridas durante el transcurso de la vida.
La luz encendida significa la luz de la inteligencia que
debe extenderse sobre el pasado, el presente y el futuro.
La capa representa la discreción. El bastón representa el
apoyo que la virtud de la prudencia otorga a aquel que no desvela sus propios
pensamientos. En resumen, el silencio y el aislamiento del Ermitaño
representarían una protección del magnetismo y del carisma personal.
Sin embargo, según Waite, la figura del Ermitaño no
representa a aquel que oculta los Misterios tras haberlos poseído sino que, en
cierto sentido, representa los Misterios en sí mismos o, mejor dicho, al
anciano que ofrece su luz al Mundo y se protege de aquellos que todavía no
están preparados para recibirla
La Rueda de la Fortuna
Durante el transcurso de los siglos, esta carta ha sido
objeto de muchas modificaciones. La presente versión se halla perfectamente de
acuerdo con la iconografía ocultista del siglo diecinueve sobre la que se
inspiró Waite, sin dejar de precisar los motivos de su elección.
Según Waite, es legítimo utilizar el simbolismo egipcio
cuando sirve para aclarar procesos existenciales y espirituales, a condición de
que no sea implicada ninguna teoría sobre los orígenes del tarot y de las
tradiciones esotéricas en general porque, en realidad, esta historia es mucho
más compleja.
Por ello, en la versión proporcionada por Waite y sus
epígonos, esta figura consiste en un talismán circular que brilla en el cielo,
aparentemente sostenido por una criatura diabólica y coronada por una esfinge
que lleva una espada.
Este simbolismo no es exclusivamente egipcio, puesto que
en los ángulos de la carta aparecen las cuatro criaturas vivientes de Ezequiel
y en el centro está la rueda de esa misma visión mística.
Esta representación simbólica nos sugiere el movimiento
continuo de un universo mutable, así como el transcurrir de la vida humana,
mientras que la esfinge representa el equilibrio en su interior. La palabra
«Tarot» está inscrita en el interior de la rueda y puede ser leída a la
inversa, resultando «Rota».
A estas letras se les ha intercalado otras letras del
nombre de Dios (HVH, en el alfabeto hebreo) para demostrar que la Providencia
está en todas partes y en todas las cosas. Pero ésta es la intención Divina que
hay en su interior, mientras que una intención análoga exterior se halla
ejemplarizada por las cuatro criaturas.
La Justicia
Según Waite, la mujer sentada entre dos pilares, al igual
que la Papisa, representa el principio moral que trata a cada hombre de acuerdo
con sus acciones.
Naturalmente, se halla estrechamente vinculada con las
cosas más elevadas pero, en su esencia, difiere de la justicia espiritual.
Esta última pertenece a un misterioso orden de la
Providencia, en virtud de la cual es posible para algunos predestinados el
poder llegar a entregarse totalmente a cosas más elevadas.
Esta operación, que equivale a la paz espiritual, es
análoga a la posesión de los dones mágicos y de la gracia, así como de las
elevadas cualidades del poeta; las poseamos o no, su presencia es un misterio,
tal y como también lo es su ausencia.
Sin embargo, la ley de la justicia no posee otra
alternativa. En resumen, los pilares de la Justicia nos introducen en un mundo
y el de la Papisa en otro.
El Colgado
La horca en la que un hombre está colgado al revés forma
una cruz, Tau, mientras que la figura de la posición de las piernas parece
dibujar una cruz en forma de gancho.
Una aureola le rodea la cabeza, al igual que si fuese un
mártir. Se puede observar que: 1) el árbol del sacrificio está vivo, tal y como
lo atestiguan sus ramas; 2) el rostro del hombre expresa un profundo estado de
arrepentimiento y no de sufrimiento; 3) la figura, en su conjunto, nos sugiere
una vida en suspensión, pero siempre de vida y no de muerte.
Es una carta con un profundo y complejo significado, pero
éste se halla oculto por el velo de los símbolos. Ha sido definida como una
carta de martirio, una carta de prudencia, una carta de grandes esfuerzos.
Por su parte, Waite afirmó que el colgado expresa la
relación, en uno de sus aspectos, entre lo Divino y el Universo.
Aquel que alcanza a comprender que la historia de su
naturaleza superior se halla empapada de este simbolismo, afirma el esoterista
inglés, recibirá anuncios y presagios con respecto al Gran Despertar y sabrá
que tras el Sagrado Misterio de la Muerte, se encuentra el Glorioso Misterio de
la Resurrección.
La Muerte
Tras ésta se oculta la totalidad del mundo de la
elevación espiritual. Un esqueleto con una armadura de caballero se mueve
lentamente, llevando un estandarte negro adornado por la rosa mística, símbolo
de la vida.
Entre dos torres, bajo la línea del horizonte, luce el
sol de la inmortalidad.
El caballero no parece llevar ningún arma visible, pero
los reyes, los niños y las doncellas caen frente a él, mientras un prelado, con
las manos unidas, espera su propio fin.
Quizás no habría necesidad de puntualizar que la
referencia a la muerte debe interpretar se en un sentido místico, al igual que
sucedía con la carta anterior, pero aquí el caso es diferente.
Según Waite, el paso natural del hombre a su próximo
estado de existencia, debería ser una forma de evolución, una exótica y para la
mayoría desconocida puerta, mientras todavía se está vivo, que pasa a través de
un estado de muerte mística, es decir, un cambio en la forma de la conciencia.
Tan sólo a consecuencia de este cambio puede tener lugar
el paso hacia un estado con respecto al cual la muerte común no es ni un
recorrido ni una verja.
Otras explicaciones ocultistas de la treceava carta son:
renacimiento, creación, destino, renovación y descanso.
La Templanza
Un ángel alado con el símbolo del Sol sobre su frente y
con el septenario (el triángulo inscrito en el cuadrado) sobre su pecho (51).
Mientras vierte la esencia de la vida de un cáliz a otro,
tiene un pie apoyado sobre la tierra y el otro sobre el agua, ilustrando así la
naturaleza de las esencias.
Un sendero recto conduce hacia la línea del horizonte,
donde hay una gran luz a través de la cual apenas se vislumbra una corona. De
ello se intuye algún elemento del secreto de la vida eterna, accesible al
hombre a través de su encarnación (por ejemplo, la vida corporal y material).
Sería erróneo decir que la figura simboliza el genio del
sol, si bien existe una analogía de la luz solar con el Alba de la luz interior
realizada en la tercera parte de nuestra triplicidad humana (cuerpo, alma y
espíritu).
Se le llama la templanza porque cuando su poder alcanza
nuestra conciencia, «templa», es decir, modera, combina y armoniza la
naturaleza intelectual y la material. Bajo su dominio, nosotros comprendemos en
nuestra parte racional de dónde hemos venido y hacia dónde nos dirigimos.
El Diablo
Un sátiro cornudo con alas de murciélago, prácticamente
un auténtico demonio, está sentado sobre un altar, a cuyos pies se hallan
atados un hombre y una mujer.
La mano derecha del demonio, apoyada sobre la cabeza de
la joven, corresponde a la bendición impartida por el Papa en la quinta carta
pero, como es natural, la intención es muy distinta.
Con la mano izquierda sostiene una antorcha flameante,
mirando hacia la tierra. Sobre su cabeza, aparece un pentagrama al revés.
De una anilla situada en el altar salen dos cadenas a las
cuales se hallan aprisionadas por el cuello las dos figuras humanas: un hombre
y una mujer.
Existe una analogía con la sexta carta, como si se
tratase de Adán y Eva después de la caída a causa del pecado original. De aquí
la simbología de las cadenas y la fatalidad de la vida material.
Las figuras tienen una cola que representa la naturaleza
animal, pero en sus rostros hay una expresión de la inteligencia humana y aquel
que es exaltado por encima de ellos no está destinado a ser su dueño para
siempre. Sin embargo, ahora, él mismo es un esclavo, sostenido por el mal que
hay en él y ciego ante el enfrentamiento de la libre elección de servir.
Según Waite, el verdadero significado de esta figura es
«aquel que reside bajo el umbral del jardín místico, donde ha sido conducido
tras haber probado el fruto prohibido».
La Torre
Esta carta describe la ruina en todos sus aspectos, ello
ya resulta evidente en la imagen de la misma.
Se ha dicho que ésta contiene una primera alusión de las
construcciones materiales, o bien que representa la caída de Adán e incluso el
derrumbamiento de la mente que intenta penetrar en el misterio de Dios.
Sin embargo, según Waite, simboliza la materialización
del mundo espiritual. El opina que es la ruina de la Casa de la Vida, cuando ha
prevalecido el mal y penetra en su interior pero, sobre todo, que es la
hendidura de la Casa de la Doctrina (por ejemplo de la ortodoxia religiosa).
Sin embargo, también hace referencia a la Casa de la
Falsedad. Esta también representa en su forma más comprensible la antigua
verdad que «tan sólo el Señor construye la casa y aquellos que intentan hacer
lo mismo, trabajan en vano».
En cierto sentido, la catástrofe es una consecuencia de
la carta anterior; mientras que el Diablo representa la caída en el estado
material y animal, la Torre simboliza la destrucción en el aspecto intelectual.
En un sentido todavía más profundo, afirma Waite, puede
significar el final de una «revelación», pero aquí no tenemos la posibilidad de
considerar este complejo problema.
La Estrella
Una gran estrella luminosa con ocho puntas, rodeada por
otras siete estrellas más pequeñas, también con ocho puntas. La figura femenina
situada en primer plano está totalmente desnuda. Su rodilla izquierda está
apoyada en la tierra y su pie derecho sobre el agua. Vierte el Agua de la Vida
de dos grandes cántaros, regando tanto la tierra como el mar.
Detrás de ella podemos ver grandes extensiones de terreno
y, a su derecha, hay un árbol sobre el cual está posado un pájaro. La figura
expresa la belleza y la eterna juventud. La estrella es l’ étoile flamboyante
que aparece en el simbolismo masónico, pero que ha sido confundido a este
respecto. Aquello que transmite la figura en esta escena es la sustancia de los
cielos y de los elementos.
Esta es una carta de esperanza. En otros aspectos se ha
establecido que representa la inmortalidad y la luz interior.
Para la mayor parte de las mentes cultivadas, esta figura
aparece como el modelo de la Verdad revelada, gloriosa en su belleza inmortal,
mientras que vierte en las aguas del alma una parte de sus incalculables
riquezas. Pero, de acuerdo con Waite, ésta es la Gran Madre en la cabalística
Sefira Binah; la comprensión superior, que está en contacto y se comunica con
los sefirot inferiores, en la medida en que éstos pueden llegar a recibir su
influjo.
La Luna
La diferencia entre esta carta y la de otros modelos más
convencionales radica en que, aquí, la luna está en su fase creciente, conocida
como de la misericordia, a la derecha del observador.
Esta posee dieciséis puntas y dieciséis rayos menores. La
carta representa la vida de la imaginación, separada de la vida del espíritu.
El sendero situado entre las dos torres representa el
viaje hacia lo desconocido. Los dos perros son los temores de la mente ante
esta posibilidad de salida cuando la única que guía el camino es una tenue luz
reflejada.
Esta última referencia es una clave de lectura para otra
forma de simbolismo. La luz intelectual es un reflejo más allá del cual se encuentra
el misterio de lo desconocido, que no puede ser demostrado en primer lugar.
Esta luz ilumina nuestra naturaleza animal, representada
por el cangrejo que está saliendo de las profundidades; la tendencia
inconfesable, horrenda y más inmunda de la bestia más salvaje.
Esta intenta manifestarse simbolizada por el movimiento
del agua de los abismos hacia la tierra firme, pero puede ser empujada hacia el
interior de la voluntad racional.
El rostro de la mente dirige una sosegada mirada hacia
todo aquello que permanece sin descanso allí abajo el mensaje es: «Paz, sigue
reinando»; y es posible que alcance a dominar la naturaleza animal, mientras
que los profundos abismos se olvidan de darle una forma.
El Sol
Este niño desnudo a lomos de un caballo blanco, mientras
despliega un estandarte encarnado, ha sido reconocido como el destino del
Oriente Sobrenatural; la Gran y Santa Luz que precede el progreso sin fin de la
humanidad, que brota del jardín rodeado por el muro de la vida de los sentidos
y es transmitida al viaje de regreso a casa (es decir, hacia el Paraíso).
Además, esta carta también significa el paso de la luz
manifiesta de este mundo, representada por el sol resplandeciente sobre la
tierra, a la luz del mundo que vendrá, que precede a la aspiración a la entrada
del Mundo Divino y se encuentra representada por el corazón del niño.
Esta última alusión es de nuevo una clave para un aspecto
distinto del simbolismo. El sol es la conciencia del espíritu, el derecho y el
revés de la luz reflejada. El modelo característico de la humanidad se ha
convertido en el niño que hay en su interior; niño en el sentido de la
ingenuidad e inocente en el sentido de la sabiduría y del conocimiento.
Con esta ingenuidad, él lleva el estandarte de la
Naturaleza y del Arte; con esta inocencia, él representa el mundo reconstruido.
Cuando su espíritu consciente se produce en la conciencia
sobre la mente natural, esa mente, en su renovación, guía la naturaleza animal
hacia un estado de perfecta conformidad.
El Juicio
Un ángel, rodeado de nubes, toca su trompeta adornada por
una bandera y con una cruz dibujada.
Los difuntos salen de sus tumbas; aparece una mujer a la
derecha y un hombre a la izquierda y, entre ambos, un niño situado de espaldas.
La actitud de las tres figuras es de admiración, de
éxtasis y de adoración. De hecho, esta carta representa la realización de la
Gran Obra de transformación como respuesta a la llamada de lo Eterno, cuya
convocación es escuchada y encuentra respuesta en el interior de aquellos que
están dispuestos a recibir este don divino.
¿Qué es lo que hace sonar una trompeta en nuestro
interior, por la que todo lo que hay de bajo en nuestra naturaleza emerge y
acude en su respuesta, como mínimo un instante, apenas en un abrir y cerrar de
ojos?
Dejad que la carta siga representando, para todos aquellos
que no alcanzan a ver más allá, el día del Juicio y la resurrección en el
cuerpo natural; pero dejad que aquellos que tienen una vista más aguda miren
mejor y descubran algo más elevado.
Estos comprenderán el porqué ésta carta ha sido definida
como una carta de vida eterna y, por este motivo, puede ser comparada con la
carta de la Templanza
El Mundo
Esta carta representa la perfección y el fin del Cosmos,
el secreto en su interior, el estático éxtasis del universo cuando llega a
comprenderse a sí mismo en Dios.
También es la condición del alma en la conciencia de la
contemplación divina, reflejada por el espíritu autoconsciente.
Pero existe más de un mensaje en el plano del
Macrocosmos: uno es el de la condición del mundo reconstruido cuando la ley de
la manifestación haya sido llevada al grado más elevado de la perfección
natural.
Algunos esotéricos sostienen que esta figura representa
al Mago en el momento en el que ha alcanzado el máximo grado de iniciación,
mientras que otros afirman que representa lo Absoluto. También se ha dicho que
esta figura equivale a la Verdad.
Y, finalmente, también ha sido definida como «la Corona
de los Magos». Waite afirma que la carta se refiere al día que el Creador
declaró que todo era bueno, cuando las estrellas de la mañana cantaban juntas y
todos los hijos de Dios gritaban de alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario