Significado de las Cartas del Tarot



El Loco
Para El Loco la vida es una aventura, desafía a explorar nuevos terrenos, a pasar a la acción, a buscar nuestra verdad y vivir la vida como una aventura.
Necesitamos hacer cosas nuevas en la vida, llenarnos de conocimiento.

El Loco nos desafía a explorar nuevos territorios y fronteras. Nuestra vida está llena de situaciones que sustituyen las verdaderas aventuras. Siempre existe una excusa o una justificación para la inacción: siempre esperamos que sean otras personas o cosas las que nos entretengan


Según el Loco, la vida es un juego. La finalidad de todo juego es divertirse. Podemos aprender jugando. Necesitamos hacer cosas nuevas en la vida. Necesitamos ensanchar nuestras fronteras. Si nos contentamos con nuestra situación actual, no estaremos interesados en descubrir cosas nuevas. La cualidad del Loco necesita ser dirigida, no reprimida, como tantas veces ocurre en la sociedad moderna.

El Loco nos recuerda que debemos fomentar nuestra individualidad y no ponerla en peligro. Siente una aversión instintiva por la autoridad y detesta que los demás le den órdenes. Necesita un espacio amplio para él. Odia la rutina y desea que continuamente ocurran nuevas cosas alrededor. Podría atraer fácilmente a compañeros excéntricos, imprevisibles e incapaces de comprometerse. Sus mejores características son el dinamismo y la habilidad para actuar.

El Loco aprende de sus errores. Ese es su secreto.
Su herramienta predilecta es la risa. El Loco confía plenamente en lo que el universo le ofrece. No tiene miedo. No se lamenta de lo que podría haber hecho o sido. Eso es agua pasada. Crea su futuro en el momento presente, no en el momento pasado o futuro. El pasado y el futuro son una carga innecesaria. El Loco viaja ligero de equipaje porque porta cuanto necesita. El Loco lleva una vida sencilla.
¡La sencillez es la clave de la vida!



El Mago

Un joven vestido de mago, con el semblante del dios Apolo, muestra una sonrisa abierta y confiada y una mirada muy viva. Sobre su cabeza está el misterioso signo del Espíritu Santo, el espíritu de la vida, representado como un lazo continuo, sin cabeza ni pies, y que forma la figura de un 8 en una posición horizontal. Aquí, este símbolo convencional de la eternidad, indica especificamente la eternidad alcanzada por el espíritu.
Con su mano derecha el mago sostiene un bastón que levanta hacia el cielo, mientras que su mano izquierda señala la tierra. Este doble signo es conocido como el grado más alto de los Misterios: representa el descenso de la gracia, de la virtud y de la luz originada en lo alto y atraída hacia abajo sugiere el dominio y la comunicación de los poderes y de los dones del espíritu.
Sobre la mesa que se halla situada ante el Mago, están los símbolos de los cuatro palos del tarot que, de forma simbólica, nos sugieren los cuatro elementos de la vida. Están colocados frente al adepto como objetos inanimados que él adapta a su voluntad. En el suelo hay rosas y lirios, la flos campi y el Lilium convallium que forman un jardín de flores y representan el cultivo de las aspiraciones.
Esta carta simboliza el móvil divino del hombre que refleja a Dios, la voluntad de liberarse de sus ataduras y de unirse con aquello que está en el cielo.
También es la unidad y la plenitud del individuo a todos los niveles y, en un sentido más elevado, es el pensamiento en su pureza. Como una referencia ulterior a aquello que hemos definido como signo de la vida y su conexión con el número 8, resulta oportuno recordar que el gnostiscimo cristiano habla de un renacer en Cristo como transformación «dentro de la Ogdoada». El número místico es definido como el Jerusalén superior, la tierra en la que brotaba leche y miel; el Espíritu Santo y la tierra del Señor. De acuerdo con el martinismo, el 8 es el número de Cristo.


La Suma Sacerdotisa

Una mujer con la luna creciente bajo sus pies, con una diadema con dos puntas y un globo en el centro adornándole la cabeza y una gran cruz sobre el pecho. En el pliego que tiene entre sus manos está escrito Tora, es decir, la Ley Divina, la ley secreta y el segundo significado de la Palabra.

Está parcialmente cubierta por una mantilla para demostrar que algunas cosas son evidentes mientras que otras se hallan ocultas. Está sentada entre dos columnas, una blanca y otra negra, con las siglas J y B, en el interior del templo místico, cuyo velo visible, está decorado con palmeras y granadas.

Ha sido definida como la Ciencia Oculta que se encuentra sobre el altar del Santuario de Isis, pero en realidad representa a la Iglesia Secreta, la Casa de Dios y del hombre. También representa el Segundo Matrimonio del Príncipe que ya no es de este mundo. Es la Esposa y la Madre espiritual, la Hija de las Estrellas y el Jardín Superior del Edén. Y, finalmente, es la Reina de la Luz derivada, es decir la luz de todas las cosas. Es la luna alimentada por la leche de la Madre Suprema. En cierto sentido, ella misma es la Madre Suprema, o podríamos decir que es su reflejo luminoso.

Por este reflejo y este envío de luz recibe el nombre más acertado y elevado de Shekinah, la Gloria Coexistente. Según la Cábala hay una Shekinah, superior y una inferior; la del mundo superior recibe el nombre de Binah, la Comprensión Suprema que se deriva de las emanaciones que recibe (por ejemplo, de Kether, la Corona del Árbol de la Vida).

Sin embargo, en nuestro Mundo Inferior se llama Malkuth y, aún siendo considerado como un Reino caído, también es la Gloria Omnipresente (por ejemplo, la Divinidad Suprema).

Hablando a nivel místico, Shekinah es la esposa espiritual del hombre justo y cuando éste estudia la ley (por ejemplo, la Torah), ella le revela su significado Divino.



La Emperatriz

Una mujer joven de mirada serena, majestuosa y real, está sentada sobre un sillón. El escudo de Venus, símbolo de la más pura feminidad, está situado a su lado. El cetro que empuña se halla coronado por una esfera, símbolo del mundo.

A su alrededor se extiende un parque muy bien cuidado, situado en los márgenes de un bosque atravesado por un río; es la representación del Jardín del Edén, el Paraíso Terrestre. Esta joven no es la Regina coeli, sino más bien el Refugium peccatorum; la generosa madre del género humano.

También ha sido correctamente descrita como el deseo alado, o bien como la Gloria Mundi o el velo del sancta Sanctorum. Algunos también la han definido como «la Gran Madre del Mundo Visible». Por su parte, Waite afirma que la Emperatriz no es el alma que ha conseguido las alas, sino más bien la fecundidad universal cuyos misterios van mucho más allá del poder generativo puro y simple.

En cualquier caso, la carta de la Emperatriz también representa la puerta o la verja a través de la cual se entra en esta vida, así como en el Jardín de Venus. El camino que nos conduce fuera de ello es el secreto conocido de la Sacerdotisa; pero este secreto le es revelado al elegido.

Waite sostiene que las atribuciones más antiguas de esta canta están totalmente equivocadas en el plano del simbolismo como, por ejemplo, en el caso de la identificación con la Palabra, la Naturaleza Divina, la Tríada, etc… Sin embargo, es justo tener en cuenta que, de vez en cuando, tales interpretaciones reflejan una asombrosa coherencia respecto al camino propuesto.




El Emperador

Es un monarca coronado, autoritario y altivo, sentado sobre un trono cuyos brazos se hallan adornados por dos cabezas de carnero. En su cetro está representado el símbolo de la cruz ansada, mientras que en su mano izquierda aparece una esfera.

Es la ejecución y la realización del poder de este mundo, personificado aquí en sus más elevados atributos naturales.

En algunas ocasiones se le ha representado sentado sobre una piedra cúbica, que complica algunas conclusiones. Representa el poder, la fuerza viril, estableciendo la contrapartida a la figura de la Emperatriz y, en este sentido, él es quien intenta quitar el velo de Isis pero, sin embargo, ésta sigue siendo la virgo intacta.

Resulta necesario comprender que esta carta y la de la Emperatriz no representan necesariamente la condición de la vida conyugal, aunque este estado sea un dato implícito. Aparentemente, tal y como ya hemos indicado anteriormente, representan la realeza mundana, elevada al asiento del máximo poder.

Pero además, también sugiere otras ideas. Ambas cartas, especialmente la figura masculina, representan el más elevado poder soberano, aquel que ocupa el trono del pensamiento. Por ello, el emperador es el regente del mundo intelectual, más que el de los seres vivientes.



El Sumo Sacerdote

El Hierofante lleva sobre su cabeza la triple corona (por ejemplo, la mitra), símbolo de su relación directa con el Mundo Espiritual, Intelectual y Físico. Está sentado detrás de dos columnas, que no son las del Templo custodiado por la Sacerdotisa.

En la mano izquierda sostiene un cetro que termina con la forma de la triple cruz y, con la derecha, imparte el conocido signo eclesiástico, también reconocido por el esoterismo que distingue entre la parte de la doctrina revelada y la oculta.

A sus pies se encuentran dos llaves colocadas en forma de cruz y dos ministros del culto están arrodillados frente a él. Normalmente, recibe el nombre de Papa, que es una aplicación particular del oficio más general simbolizado por él. El es la máxima autoridad de la religión exterior, así como la Papisa es el genio dominante del poder esotérico oculto.

El Hierofante representa el poder de las claves, la doctrina esotérica ortodoxa y los aspectos exteriores de la vida que conducen a dicha doctrina; pero, ciertamente, no es el príncipe de la doctrina oculta.

Tal y como sugirió Waite, el Papa representa la summa totius theologiae, cuando ésta es considerada con la máxima rigidez de la expresión, pero también simboliza todas las cosas justas y sagradas del aspecto material. Como tal, es el canal de la gracia perteneciente al mundo de las instituciones, distinto a aquel de la naturaleza y es el que puede conducir a la salvación de toda la humanidad.

Es el líder de la jerarquía reconocida, que refleja otro orden jerárquico superior; pero puede suceder que el pontífice se olvide del significado de su condición simbólica y actúe como si de verdad poseyese en sí mismo todos los grados que representa su signo o que su símbolo intenta revelar.

El Papa, siempre de acuerdo con Waite, no es la inspiración ni tampoco la religión aunque, probablemente, éstas sean algunas de sus manifestaciones.




Los Enamorados

Bajo un sol resplandeciente, en el cenit, aparece una gigantesca figura alada y con los brazos extendidos, como si quisiese enviar sus influjos al mundo terrenal.

En un primer plano, podemos ver a un hombre y a una mujer desnudos, situados frente a frente, como si fuesen Adán y Eva en el Paraíso terrenal. Detrás del hombre, está el Árbol de la Vida, cargado de frutos, mientras que detrás de la mujer se halla representado el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, con la tentadora serpiente enroscada en su tronco.

Las figuras sugieren la juventud, la virginidad, la inocencia y el amor antes de haber sido contaminado por el vulgar deseo físico. Esta carta, en toda su sencillez, representa el amor humano, mostrado aquí como una parte del camino, de la verdad y de la vida.

Con respecto a la mujer, se supone que simboliza la atracción hacia la sensualidad de la vida, lo cual conlleva la idea de la Caída del Hombre, pero esa es la realización de la secreta ley de la providencia más que una tentativa intencionada y consciente.

A través de su acusación de culpabilidad, finalmente, el hombre podrá llegar a resurgir y sólo gracias a ésta, podrá hallar su plenitud. La carta es también una importante alegoría del misterio de la feminidad.




El Carro

Un príncipe está de pie sobre un carro, sujetando un pequeño bastón con la mano, símbolo de un poder limitado. Sobre los hombros del victorioso héroe, se supone que están Urim y Thummin.

El ha vencido la cautividad. Es un conquistador bajo todos los puntos de vista: en el plano intelectual, en la ciencia, en el progreso y en algunas pruebas de iniciación.

El ha respondido a las preguntas de la esfinge, por ello, las dos esfinges arrastran el carro: la blanca simboliza el Bien y la negra el Mal; la una es conquistadora, la otra vencida y las dos se han convertido en las doncellas de aquel que es capaz de triunfar en las múltiples pruebas que impone la vida.

Pero este guerrero representa sobre todo el triunfo de la inteligencia.

Por ello, es necesario comprender que:

a) La pregunta de la esfinge se halla relacionada con el misterio de la Naturaleza y no con el mundo de la Gracia, para el cual el conductor del carro no puede ofrecer respuestas.

b) Los planes de su conquista son evidentes y externos, no interiores.

c) La liberación que está llevando a cabo puede situarlo en los límites de la comprensión lógica.

d) Los textos iniciáticos, gracias a los cuales ha triunfado, deben ser concebidos como físicos o racionales.

e) Si él llegase ante las columnas del Templo, donde está sentada la Sacerdotisa, no podría abrir el pliego con la Tara, ni tampoco podría responder a las preguntas que ésta le plantease.

Interpretación de La Fuerza

Una mujer, sobre cuya cabeza aparece el mismo símbolo de la vida que habíamos visto en la carta del Mago, está entreabriendo las fauces a un león.

El único punto en el que se diferencia esta representación de otras más convencionales es que su benéfica influencia ha subyugado al león. Por motivos que Waite no considera oportuno explicar, esta carta ha sido intercambiada con la carta de la Justicia que, normalmente, es la que siempre suele venir numerada con el número ocho.

La Fuerza, en uno de sus más poderosos aspectos, se halla relacionada con el Misterio de la Unión Divina. Por supuesto, esta virtud actúa en todos los planos y a partir de aquí invierte todas las cosas en su simbolismo.

También está relacionada con la inocencia inviolada (la inocencia preservada) y con la fuerza que requiere toda contemplación; es el dulce yugo de la Ley Divina, cuando ésta ha penetrado en lo más profundo de las almas.

En su sentido más común, esta carta no tiene nada que ver con la auto-confianza, aunque esto pueda ser sugerido, puesto que nos remite a la confianza de aquellos cuya fuerza es Dios, de aquellos que lo han elegido como su refugio.

Y, finalmente, de acuerdo con Waite, existe una relación por la cual el león simboliza las pasiones y que la que es llamada la Fuerza es la esencia más importante de su liberación. Ha pisoteado a la serpiente venenosa y al basilisco y ha conseguido domar al león y al dragón.




La Fuerza

Una mujer, sobre cuya cabeza aparece el mismo símbolo de la vida que habíamos visto en la carta del Mago, está entreabriendo las fauces a un león.

El único punto en el que se diferencia esta representación de otras más convencionales es que su benéfica influencia ha subyugado al león. Por motivos que Waite no considera oportuno explicar, esta carta ha sido intercambiada con la carta de la Justicia que, normalmente, es la que siempre suele venir numerada con el número ocho.

La Fuerza, en uno de sus más poderosos aspectos, se halla relacionada con el Misterio de la Unión Divina. Por supuesto, esta virtud actúa en todos los planos y a partir de aquí invierte todas las cosas en su simbolismo.

También está relacionada con la inocencia inviolada (la inocencia preservada) y con la fuerza que requiere toda contemplación; es el dulce yugo de la Ley Divina, cuando ésta ha penetrado en lo más profundo de las almas.

En su sentido más común, esta carta no tiene nada que ver con la auto-confianza, aunque esto pueda ser sugerido, puesto que nos remite a la confianza de aquellos cuya fuerza es Dios, de aquellos que lo han elegido como su refugio.

Y, finalmente, de acuerdo con Waite, existe una relación por la cual el león simboliza las pasiones y que la que es llamada la Fuerza es la esencia más importante de su liberación. Ha pisoteado a la serpiente venenosa y al basilisco y ha conseguido domar al león y al dragón.







El Ermitaño

La diversidad con respecto a los modelos convencionales de esta carta radica simplemente en el candil dentro del cual brilla una estrella.

Los magos del siglo XIX han interpretado esta figura como un sabio en busca de la justicia y de la verdad; otros la ven como una alegoría de las experiencias adquiridas durante el transcurso de la vida.

La luz encendida significa la luz de la inteligencia que debe extenderse sobre el pasado, el presente y el futuro.

La capa representa la discreción. El bastón representa el apoyo que la virtud de la prudencia otorga a aquel que no desvela sus propios pensamientos. En resumen, el silencio y el aislamiento del Ermitaño representarían una protección del magnetismo y del carisma personal.

Sin embargo, según Waite, la figura del Ermitaño no representa a aquel que oculta los Misterios tras haberlos poseído sino que, en cierto sentido, representa los Misterios en sí mismos o, mejor dicho, al anciano que ofrece su luz al Mundo y se protege de aquellos que todavía no están preparados para recibirla





La Rueda de la Fortuna

Durante el transcurso de los siglos, esta carta ha sido objeto de muchas modificaciones. La presente versión se halla perfectamente de acuerdo con la iconografía ocultista del siglo diecinueve sobre la que se inspiró Waite, sin dejar de precisar los motivos de su elección.

Según Waite, es legítimo utilizar el simbolismo egipcio cuando sirve para aclarar procesos existenciales y espirituales, a condición de que no sea implicada ninguna teoría sobre los orígenes del tarot y de las tradiciones esotéricas en general porque, en realidad, esta historia es mucho más compleja.

Por ello, en la versión proporcionada por Waite y sus epígonos, esta figura consiste en un talismán circular que brilla en el cielo, aparentemente sostenido por una criatura diabólica y coronada por una esfinge que lleva una espada.

Este simbolismo no es exclusivamente egipcio, puesto que en los ángulos de la carta aparecen las cuatro criaturas vivientes de Ezequiel y en el centro está la rueda de esa misma visión mística.

Esta representación simbólica nos sugiere el movimiento continuo de un universo mutable, así como el transcurrir de la vida humana, mientras que la esfinge representa el equilibrio en su interior. La palabra «Tarot» está inscrita en el interior de la rueda y puede ser leída a la inversa, resultando «Rota».

A estas letras se les ha intercalado otras letras del nombre de Dios (HVH, en el alfabeto hebreo) para demostrar que la Providencia está en todas partes y en todas las cosas. Pero ésta es la intención Divina que hay en su interior, mientras que una intención análoga exterior se halla ejemplarizada por las cuatro criaturas.









La Justicia

Según Waite, la mujer sentada entre dos pilares, al igual que la Papisa, representa el principio moral que trata a cada hombre de acuerdo con sus acciones.

Naturalmente, se halla estrechamente vinculada con las cosas más elevadas pero, en su esencia, difiere de la justicia espiritual.

Esta última pertenece a un misterioso orden de la Providencia, en virtud de la cual es posible para algunos predestinados el poder llegar a entregarse totalmente a cosas más elevadas.

Esta operación, que equivale a la paz espiritual, es análoga a la posesión de los dones mágicos y de la gracia, así como de las elevadas cualidades del poeta; las poseamos o no, su presencia es un misterio, tal y como también lo es su ausencia.

Sin embargo, la ley de la justicia no posee otra alternativa. En resumen, los pilares de la Justicia nos introducen en un mundo y el de la Papisa en otro.





El Colgado

La horca en la que un hombre está colgado al revés forma una cruz, Tau, mientras que la figura de la posición de las piernas parece dibujar una cruz en forma de gancho.

Una aureola le rodea la cabeza, al igual que si fuese un mártir. Se puede observar que: 1) el árbol del sacrificio está vivo, tal y como lo atestiguan sus ramas; 2) el rostro del hombre expresa un profundo estado de arrepentimiento y no de sufrimiento; 3) la figura, en su conjunto, nos sugiere una vida en suspensión, pero siempre de vida y no de muerte.

Es una carta con un profundo y complejo significado, pero éste se halla oculto por el velo de los símbolos. Ha sido definida como una carta de martirio, una carta de prudencia, una carta de grandes esfuerzos.

Por su parte, Waite afirmó que el colgado expresa la relación, en uno de sus aspectos, entre lo Divino y el Universo.

Aquel que alcanza a comprender que la historia de su naturaleza superior se halla empapada de este simbolismo, afirma el esoterista inglés, recibirá anuncios y presagios con respecto al Gran Despertar y sabrá que tras el Sagrado Misterio de la Muerte, se encuentra el Glorioso Misterio de la Resurrección.






La Muerte

Tras ésta se oculta la totalidad del mundo de la elevación espiritual. Un esqueleto con una armadura de caballero se mueve lentamente, llevando un estandarte negro adornado por la rosa mística, símbolo de la vida.

Entre dos torres, bajo la línea del horizonte, luce el sol de la inmortalidad.

El caballero no parece llevar ningún arma visible, pero los reyes, los niños y las doncellas caen frente a él, mientras un prelado, con las manos unidas, espera su propio fin.

Quizás no habría necesidad de puntualizar que la referencia a la muerte debe interpretar se en un sentido místico, al igual que sucedía con la carta anterior, pero aquí el caso es diferente.

Según Waite, el paso natural del hombre a su próximo estado de existencia, debería ser una forma de evolución, una exótica y para la mayoría desconocida puerta, mientras todavía se está vivo, que pasa a través de un estado de muerte mística, es decir, un cambio en la forma de la conciencia.

Tan sólo a consecuencia de este cambio puede tener lugar el paso hacia un estado con respecto al cual la muerte común no es ni un recorrido ni una verja.

Otras explicaciones ocultistas de la treceava carta son: renacimiento, creación, destino, renovación y descanso.







La Templanza

Un ángel alado con el símbolo del Sol sobre su frente y con el septenario (el triángulo inscrito en el cuadrado) sobre su pecho (51).

Mientras vierte la esencia de la vida de un cáliz a otro, tiene un pie apoyado sobre la tierra y el otro sobre el agua, ilustrando así la naturaleza de las esencias.

Un sendero recto conduce hacia la línea del horizonte, donde hay una gran luz a través de la cual apenas se vislumbra una corona. De ello se intuye algún elemento del secreto de la vida eterna, accesible al hombre a través de su encarnación (por ejemplo, la vida corporal y material).

Sería erróneo decir que la figura simboliza el genio del sol, si bien existe una analogía de la luz solar con el Alba de la luz interior realizada en la tercera parte de nuestra triplicidad humana (cuerpo, alma y espíritu).

Se le llama la templanza porque cuando su poder alcanza nuestra conciencia, «templa», es decir, modera, combina y armoniza la naturaleza intelectual y la material. Bajo su dominio, nosotros comprendemos en nuestra parte racional de dónde hemos venido y hacia dónde nos dirigimos.





 



El Diablo

Un sátiro cornudo con alas de murciélago, prácticamente un auténtico demonio, está sentado sobre un altar, a cuyos pies se hallan atados un hombre y una mujer.

La mano derecha del demonio, apoyada sobre la cabeza de la joven, corresponde a la bendición impartida por el Papa en la quinta carta pero, como es natural, la intención es muy distinta.

Con la mano izquierda sostiene una antorcha flameante, mirando hacia la tierra. Sobre su cabeza, aparece un pentagrama al revés.

De una anilla situada en el altar salen dos cadenas a las cuales se hallan aprisionadas por el cuello las dos figuras humanas: un hombre y una mujer.

Existe una analogía con la sexta carta, como si se tratase de Adán y Eva después de la caída a causa del pecado original. De aquí la simbología de las cadenas y la fatalidad de la vida material.

Las figuras tienen una cola que representa la naturaleza animal, pero en sus rostros hay una expresión de la inteligencia humana y aquel que es exaltado por encima de ellos no está destinado a ser su dueño para siempre. Sin embargo, ahora, él mismo es un esclavo, sostenido por el mal que hay en él y ciego ante el enfrentamiento de la libre elección de servir.

Según Waite, el verdadero significado de esta figura es «aquel que reside bajo el umbral del jardín místico, donde ha sido conducido tras haber probado el fruto prohibido».

 


La Torre

Esta carta describe la ruina en todos sus aspectos, ello ya resulta evidente en la imagen de la misma.

Se ha dicho que ésta contiene una primera alusión de las construcciones materiales, o bien que representa la caída de Adán e incluso el derrumbamiento de la mente que intenta penetrar en el misterio de Dios.

Sin embargo, según Waite, simboliza la materialización del mundo espiritual. El opina que es la ruina de la Casa de la Vida, cuando ha prevalecido el mal y penetra en su interior pero, sobre todo, que es la hendidura de la Casa de la Doctrina (por ejemplo de la ortodoxia religiosa).

Sin embargo, también hace referencia a la Casa de la Falsedad. Esta también representa en su forma más comprensible la antigua verdad que «tan sólo el Señor construye la casa y aquellos que intentan hacer lo mismo, trabajan en vano».

En cierto sentido, la catástrofe es una consecuencia de la carta anterior; mientras que el Diablo representa la caída en el estado material y animal, la Torre simboliza la destrucción en el aspecto intelectual.

En un sentido todavía más profundo, afirma Waite, puede significar el final de una «revelación», pero aquí no tenemos la posibilidad de considerar este complejo problema.





La Estrella

Una gran estrella luminosa con ocho puntas, rodeada por otras siete estrellas más pequeñas, también con ocho puntas. La figura femenina situada en primer plano está totalmente desnuda. Su rodilla izquierda está apoyada en la tierra y su pie derecho sobre el agua. Vierte el Agua de la Vida de dos grandes cántaros, regando tanto la tierra como el mar.

Detrás de ella podemos ver grandes extensiones de terreno y, a su derecha, hay un árbol sobre el cual está posado un pájaro. La figura expresa la belleza y la eterna juventud. La estrella es l’ étoile flamboyante que aparece en el simbolismo masónico, pero que ha sido confundido a este respecto. Aquello que transmite la figura en esta escena es la sustancia de los cielos y de los elementos.

Esta es una carta de esperanza. En otros aspectos se ha establecido que representa la inmortalidad y la luz interior.

Para la mayor parte de las mentes cultivadas, esta figura aparece como el modelo de la Verdad revelada, gloriosa en su belleza inmortal, mientras que vierte en las aguas del alma una parte de sus incalculables riquezas. Pero, de acuerdo con Waite, ésta es la Gran Madre en la cabalística Sefira Binah; la comprensión superior, que está en contacto y se comunica con los sefirot inferiores, en la medida en que éstos pueden llegar a recibir su influjo.


La Luna

La diferencia entre esta carta y la de otros modelos más convencionales radica en que, aquí, la luna está en su fase creciente, conocida como de la misericordia, a la derecha del observador.

Esta posee dieciséis puntas y dieciséis rayos menores. La carta representa la vida de la imaginación, separada de la vida del espíritu.

El sendero situado entre las dos torres representa el viaje hacia lo desconocido. Los dos perros son los temores de la mente ante esta posibilidad de salida cuando la única que guía el camino es una tenue luz reflejada.

Esta última referencia es una clave de lectura para otra forma de simbolismo. La luz intelectual es un reflejo más allá del cual se encuentra el misterio de lo desconocido, que no puede ser demostrado en primer lugar.

Esta luz ilumina nuestra naturaleza animal, representada por el cangrejo que está saliendo de las profundidades; la tendencia inconfesable, horrenda y más inmunda de la bestia más salvaje.

Esta intenta manifestarse simbolizada por el movimiento del agua de los abismos hacia la tierra firme, pero puede ser empujada hacia el interior de la voluntad racional.

El rostro de la mente dirige una sosegada mirada hacia todo aquello que permanece sin descanso allí abajo el mensaje es: «Paz, sigue reinando»; y es posible que alcance a dominar la naturaleza animal, mientras que los profundos abismos se olvidan de darle una forma.


El Sol

Este niño desnudo a lomos de un caballo blanco, mientras despliega un estandarte encarnado, ha sido reconocido como el destino del Oriente Sobrenatural; la Gran y Santa Luz que precede el progreso sin fin de la humanidad, que brota del jardín rodeado por el muro de la vida de los sentidos y es transmitida al viaje de regreso a casa (es decir, hacia el Paraíso).

Además, esta carta también significa el paso de la luz manifiesta de este mundo, representada por el sol resplandeciente sobre la tierra, a la luz del mundo que vendrá, que precede a la aspiración a la entrada del Mundo Divino y se encuentra representada por el corazón del niño.

Esta última alusión es de nuevo una clave para un aspecto distinto del simbolismo. El sol es la conciencia del espíritu, el derecho y el revés de la luz reflejada. El modelo característico de la humanidad se ha convertido en el niño que hay en su interior; niño en el sentido de la ingenuidad e inocente en el sentido de la sabiduría y del conocimiento.

Con esta ingenuidad, él lleva el estandarte de la Naturaleza y del Arte; con esta inocencia, él representa el mundo reconstruido.

Cuando su espíritu consciente se produce en la conciencia sobre la mente natural, esa mente, en su renovación, guía la naturaleza animal hacia un estado de perfecta conformidad.
 

El Juicio

Un ángel, rodeado de nubes, toca su trompeta adornada por una bandera y con una cruz dibujada.

Los difuntos salen de sus tumbas; aparece una mujer a la derecha y un hombre a la izquierda y, entre ambos, un niño situado de espaldas.

La actitud de las tres figuras es de admiración, de éxtasis y de adoración. De hecho, esta carta representa la realización de la Gran Obra de transformación como respuesta a la llamada de lo Eterno, cuya convocación es escuchada y encuentra respuesta en el interior de aquellos que están dispuestos a recibir este don divino.

¿Qué es lo que hace sonar una trompeta en nuestro interior, por la que todo lo que hay de bajo en nuestra naturaleza emerge y acude en su respuesta, como mínimo un instante, apenas en un abrir y cerrar de ojos?

Dejad que la carta siga representando, para todos aquellos que no alcanzan a ver más allá, el día del Juicio y la resurrección en el cuerpo natural; pero dejad que aquellos que tienen una vista más aguda miren mejor y descubran algo más elevado.

Estos comprenderán el porqué ésta carta ha sido definida como una carta de vida eterna y, por este motivo, puede ser comparada con la carta de la Templanza



El Mundo

Esta carta representa la perfección y el fin del Cosmos, el secreto en su interior, el estático éxtasis del universo cuando llega a comprenderse a sí mismo en Dios.

También es la condición del alma en la conciencia de la contemplación divina, reflejada por el espíritu autoconsciente.

Pero existe más de un mensaje en el plano del Macrocosmos: uno es el de la condición del mundo reconstruido cuando la ley de la manifestación haya sido llevada al grado más elevado de la perfección natural.

Algunos esotéricos sostienen que esta figura representa al Mago en el momento en el que ha alcanzado el máximo grado de iniciación, mientras que otros afirman que representa lo Absoluto. También se ha dicho que esta figura equivale a la Verdad.

Y, finalmente, también ha sido definida como «la Corona de los Magos». Waite afirma que la carta se refiere al día que el Creador declaró que todo era bueno, cuando las estrellas de la mañana cantaban juntas y todos los hijos de Dios gritaban de alegría.







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